Un peso indolente oprime cada membrana de mi cuerpo en las mañanas de cada lunes. No importa el lugar o la época, si se labora, si no se labora, si hay que esperar algo o nada, si hay una misión o no, si fue un tortuoso fin de semana o el más hermoso de ellos. No importa. El lunes, sigue siendo lunes.
Y ahí está el dilema, te digo (una vez más) nos encontramos hundidos en las profundidades de nuestros problemas, nos alejamos peligrosamente de la realidad transmitida por las cosas más burdas. Y lo sé. Podríamos permanecer demasiado tiempo en ese lugar, sin atajar las advertencias y sólo salir cuando el aire se ha vuelto demasiado pesado y difícil de ingerir. Una vez más el mismo punto inquieto. El problema no está en cuál sea el objeto de tu amor, quien reciba y acoja de buena manera lo que se tiene para ofrecer. No. El problema está en el no disfrute de las cosas, en el olvido, en la resistencia que ponemos ante las cosas más reales. Lo aferrados que estamos a lo intangible y lo frustrados que esto nos vuelve. La insistencia en el mismo recurso escaso, habiendo mucho más (tiene que haber mucho más). O no. Y si no, he acá un nuevo entrecruce. La eterna dolencia de esperar más. Sin compartir, en lo más mínimo, la soledad con ella misma. La ansiedad. El innecesario desespero. La incongruente vanidad de poseer y, en cierto punto, sentirse poseído. Somos, hasta el punto más álgido, predecibles.
Yo. Caducada entre tanta palabra mal creada y la dulce impresión con la que describo las cosas más simples. El amor, de pié a cabeza. El asunto, y todos sus acompañantes. La tertulia.
Cada lunes comprendo menos de qué estoy hecha. Cada semana iniciada a golpes es un descarado tropiezo ante un camino que ya debió ser aprendido, codificado y hecho propio. Errante, tan cómodamente errante. Tan disuelta en mí misma. Tan firme ante nada. Tan ansiosa, siempre.
Un choque más y un lunes menos. De imaginar el último lunes de mi vida, preferiría el más húmedo de ellos, el más simétrico y el menos osado. Con un cigarro o no. Con vida hecha y deshecha. Con historias suficientes. Sin miramientos. Sin excesos. Con fondo claro, sin tertulia.
P.